La obra del Padre – Graciela Otranto – Devocional Infantil

La obra del Padre

“y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es”
1° Corintios 1

El papá de Clarisa estaba un tanto preocupado, porque aunque él era un excelente sastre, sus clientes ya no lo solicitaban como en otros tiempos y cada vez se le hacía más difícil afrontar los gastos del hogar.

Caminaba distraído cuando distinguió una bonita muñeca que alguien había arrojado a la basura. No dudó en recogerla; pensó que la podría arreglar y hacer de ella el regalo para el cumpleaños de Clarisa.

Entusiasmado entró en su negocio y como no tenía ninguna urgencia en su trabajo, se dedicó a la muñeca. Lo primero que hizo fue lavarla con abundante jabón y refregar las manchas oscuras que la pobrecita tenía por todos lados, parecían machucones.

Al sastre le dio mucha ternura aquella muñeca. En el aseo descubrió que uno de sus deditos estaba dañado y se le habían perdido las piezas que le sostenían una pierna. Trabajó con esmero hasta que la dejó impecable. Lo que no pudo acomodar fue el largo cabello con bucles dorados que se parecía más a un plumero destartalado que a la delicada cabellera de una encantadora muñeca. Así que con ingenio le fabricó un sombrero muy femenino. Luego tomó las mejores telas que tenía y confeccionó el más bonito vestido de princesa que se haya visto alguna vez. Muy feliz con la obra terminada la dejó lista para entregársela a Clarisa, el día de su cumpleaños.

Cuando por fin, la puso en las manos de su hija, todas las amigas percibieron que no se trataba de una muñeca nueva, aunque tuvieron que reconocer que eso era apenas perceptible. Algunas sonrieron maliciosas y pensaron que Clarisa no se había dado cuenta del engaño. Todas le restaron valor a la muñeca, todas menos Clarisa, quien corrió a los brazos de su padre y lo besó agradecida.

–Gracias Papito – le dijo emocionada, frente a las miradas desconcertadas de las niñas – ¡Nunca he visto una muñeca tan hermosa! – exclamó embelesada.
–Pero si es sólo una muñeca vieja con un vestido nuevo – murmuraban una al oído de la otra, ocultando sus pícaras risitas.
–Seguro que tú, Papito, la recogiste cuando nadie la quería, quizá viste cuando otros la tiraban porque ya no les servía – agregó conmovida –. Y la transformaste con amor en toda una princesa. Tú le diste un nuevo valor.

Así sucede con nosotros. Cuando la mano de nuestro Padre Dios toca nuestra vida, se produce un cambio maravilloso; porque es el amor de Dios el que nos limpia de todo pecado y nos hermosea el rostro y el corazón.

 

Autora: Graciela Otranto
graceotranto@gmail.com
http://graceotranto.blogspot.com.ar/

Escrito para www.devocionalinfantil.com

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