Que no se caigan las semillas – Graciela Otranto – Devocional Infantil
¡Que no se caigan las semillas!
Siempre se cosecha lo que se siembra (Gálatas 6:7b) NVI
De tanto en tanto se hacían reuniones familiares en la casa del abuelo. Los nietos lo visitaban muy felices, porque allí había un gran patio y unos metros hacia el fondo, un hermoso jardín.
Después del almuerzo, el abuelo les pidió a los chicos que ayuden a ordenar la mesa. Su prima recogió los platos, el hermano mayor cargó las bandejas con los vasos, y a Benjamín le tocó sacudir el mantel dentro un tacho de residuos. Mientras lo hacía, una semilla de sandía no entró en el recipiente y cayó al piso.
–Ufa – protestó Benjamín al ver la semilla en el suelo – ¡Que otro la recoja! – Pensó a la vez que doblaba el mantel y se marchaba despreocupado.
La miraba del abuelo lo seguía desde lejos. Al rato, una ligera ráfaga de viento hizo volar la semilla, y ésta desapareció rápido de allí.
En esa misma época Benjamín se vio involucrado en un asunto muy serio. Él, acusó a uno de sus compañeros, como sospechoso de haberle robado un libro. Lo peor fue que los demás chicos se pusieron en contra del muchacho y tuvieron con él malas actitudes.
Si eran sólo sospechas ¿Por qué trataban a Joel como si fuera culpable?
Pero un día, y de la forma menos esperada, apareció el libro. Y no precisamente en manos de Joel. Alguien lo había llevado por equivocación a la biblioteca. Ahí había estado el libro todo el tiempo que Joel sufría. Mientras Benjamín le contaba el incidente a su abuelo, éste lo condujo hacia el jardín.
–Ven hijo – le dijo – quiero que veas algo.
–Qué rara esta actitud del abuelo cuando yo le estoy contando algo tan importante – pensó un tanto enojado Benjamín.
El abuelo lo llevó hasta el lugar donde había crecido una planta rastrera, la que se había extendido hasta el fondo y se trepaba por el muro del vecino queriendo invadir su propiedad.
– ¿Sabes quién sembró esta planta? – Le preguntó el abuelo
–No abuelo. No tengo ni idea – Le respondió él con inocencia.
–Pues fuiste tú Benjamín.
–¡Yooo! – Exclamó Benjamín – Yo no, jamás sembré esa planta
–Sí, querido. Es cierto que tu intención no fue sembrarla, pero dejaste caer una semilla y el viento la llevó de aquí para allá, hasta que cayó en la tierra y se transformó en la planta que estás viendo. Acércate, ven –Insistió el abuelo y le mostró que entre las hojas había muchos frutos y cada fruto contenía decenas de semillas, que volverían a dar fruto.
Benjamín estaba asombrado, jamás pensó que éste fuera el resultado de aquella pequeña semilla que él no quiso recoger del suelo.
–Toda semilla que se siembra dará su fruto – le explicó el abuelo –. Si se siembra la semilla de la duda con respecto a una persona, ésta dará un fruto venenoso y muy dañino.
–Perdóname Abuelo, yo no sabía… – dijo con profunda tristeza – . Prometo que nunca más dejaré caer al suelo ninguna semilla venenosa, porque ahora he comprendido todo el daño que puede causar. En cambio, sembraré como nos enseña Jesús, la semilla del amor.
Arrepentido, Benjamín corrió a disculparse con Joel, le urgía reparar el dolor que había causado en su corazón.
“… Siempre se cosecha lo que se siembra” (Gálatas 6:7b) NVI
“Los que siembran injusticia, cosecharán desgracias…” (Prov.22:8) NVI
“…el que siembra justicia tendrá galardón firme” (Prov. 11:18) VRV
“Sembraron vientos y cosecharon torbellinos” (Oseas 8:7ª) NVI
Autora: Graciela Otranto
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