Las mejores lecciones

Salmo 119:48

Alzaré asimismo mis manos a tus mandamientos que amé, Y meditaré en tus estatutos.

Eduardo encontró un día que cada vez que visitaba a su abuelo lo encontraba leyendo.

– ¿Qué es lo que lees tanto, abuelo? – preguntó.
– Estoy tratando de ponerme al día con todo lo que perdí por no prestar atención cuando iba a la escuela – le respondió su abuelo.

Lo dijo con una pícara chispa en la mirada, pero a Eduardo le pareció que también hablaba en serio.

– ¿No te gustaba la escuela?
– Oh, sí me gustaba – dijo el abuelo – Me encantaba aprender. Solo no me gustaba que me enseñaran. Pienso que siempre creó saber tanto como los maestros. No fue sino hasta terminar la escuela que me di cuenta que no sabía tanto como creía. ¡Y cada año parece que descubro que se menos todavía! Ojala hubiera prestado más atención para haber aprendido más.
– Hay tanto que aprender – dijo Eduardo muy serio – y todo el tiempo aparecen cosas nuevas.
– Si – dijo el abuelo – cuando yo tenía tu edad, nadie había inventado siquiera las palabras computadora o teléfono celular. ¡Casi nadie tenía televisor en su casa! Pero sabes, Eduardo, la cosa más importante que debemos aprender nunca cambia.
– ¿Qué es lo que no cambia? – pregunto Eduardo.
– Las dos cosas más importantes que pueda estudiar una persona: Como amar a Dios y como amar a los demás. Uno puede pasar toda la vida entera intentando aprender cómo hacer estas dos cosas y nunca aprenderlas – contesto el abuelo.

Recuerda:

“El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor” (1° Juan 4:8)

Autor: Carolina de Valle

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