Dos zapatos corrientes – Carolina de Valle – Devocional Infantil
Dos zapatos corrientes
Filipenses 4:6
“Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias.”
– ¡Mami! No puedo encontrar mis zapatos – gritó Luis – Voy a llegar tarde al autobús – Él levantó su cubrecama para mirar debajo de la cama por lo que él consideró una centésima vez. – He buscado por todos lados – añadió.
– ¿Has orado sobre el asunto? – preguntó la mamá cuando llegó a la puerta – ¿Luis ya oraste?, repitió ella.
– No mami. No pienso que Dios tiene tiempo para preocuparse por dos zapatos corrientes – respondió Luis enojado – Además se me ha hecho tarde. No tengo tiempo de detenerme y orar – De inmediato supo que había dado una respuesta incorrecta.
La mamá de Luis lo sostuvo con cariño por sus hombros y se quedó mirando a sus ojos castaños. Y dijo:
– Luisito, cuando tienes que ir a buscar algo en el sótano de casa de la abuela, tú disminuyes el paso en las escaleras y te sostienes del pasamanos. ¿Por qué lo haces?”
– Porque los escalones están inclinados, y allí está obscuro – dijo Luis, y se estremeció mientras recordaba la escalera destartalada y lúgubre.
– Pero tú nunca te has caído en esos escalones porque eres cuidadoso y tomas tu tiempo – dijo la mamá – Por otro lado, la semana pasada te caíste en nuestras escaleras que son nuevas, bien alumbradas y tienen pasamanos en ambos lados. Tú corres de arriba abajo por esos escalones una docena de veces a la semana, así que pensaste que no tenías que ser cuidadoso. Ellos son sólo nuestros corrientes escalones de rutina, ¿cierto?”.
Luis asintió despacio con su cabeza. Él estaba tratando de comprender lo que su mamá quería enseñarle.
– Así que los difíciles no te causaron problema, pero los corrientes sí – dijo la mamá – En la vida, a menudo las cosas grandes que suceden y que nos asustan, nos ocasionan menos problemas que las cosas corrientes. Puede que sea porque tal parece que tomamos el tiempo para orar por las cosas grandes, las cosas que nos asustan, pero no por las cosas pequeñas, las cosas corrientes.
– ¿Cómo los zapatos? – preguntó Luis, y sonrió con timidez.
– Como los zapatos – respondió la mamá.
– Bien, mami. Estoy listo para preguntarle a Dios, dónde están mis zapatos – dijo Luis con una sonrisa – Y pienso que también le pediré por un aventón para ir al colegio.
Recuerda:
Debes orar a Dios así como por las cosas grandes también por las cosas pequeñas.
Autor: Carolina de Valle