La historia de John H – Graciela Otranto – Devocional Infantil

La historia de John H.

Job: 12:13 “Con Dios está la sabiduría y el poder;
Suyo es el consejo y la inteligencia”

Esta es la historia de John H. Después de la guerra, andaban tres chiquillos hambrientos y haraposos, de lugar en lugar buscando albergue y comida. Se habían hecho amigos en la calle y en la desgracia. Y juntos comenzaron sus andanzas.

Un día, llegaron a una mansión, aparentemente muy lujosa en otro tiempo, pero ahora estaba destruida y desgastada. Enojados por lo que les pasaba, comenzaron a buscar comida o algún objeto de valor. Pero en vano gastaron sus fuerzas, sólo había muebles rotos, polvo y escombros. Enfurecido, el mayor de ellos, golpeó el piso con un palo. Las maderas chirriaron y se quebraron, dejando ver un cofre antiguo repleto de joyas costosas.

– Es mío – Gritó el que lo encontró. Y se aferró al cofre con fuerza.

Entonces, se armó una gran discusión, porque el otro quería que se repartieran las joyas. Entre gritos y golpes, el otro muchacho tropezó y cayó contra una columna, la que se partió en dos y dejó a la vista un montón de dinero, mucha riqueza.

– Es mía – Gritó, a la vez que recogía los billetes y los metía en su bolso.

Felices, estos dos se sentaron a disfrutar de semejante dicha. A un costado se acomodó John, él no había discutido ni por una joya ni por un centavo, y aunque pensó que ellos podrían ayudarlo, se equivocó, la avaricia no tiene amigos. El buscó también, con la esperanza de hallar algo valioso. Pero ya no quedaba nada. Sólo recogió, de en medio de las ruinas, un libro en pésimo estado: sin tapa, cubierto de cenizas, le faltaban hojas y algunas estaban rotas. Les sacudió el polvo y a la luz de una vela comenzó a leerlo.

En la mañana, se oyó otra discusión: sus amigos peleaban porque uno propuso repartir con John algo de lo que habían encontrado. El más avaro se negó rotundamente, y el otro opinaba que no era justo que él repartiera solo. Como la discusión se ponía cada vez más acalorada, John, los calmó diciendo:

– Vayan en paz muchachos. Este es mi tesoro. Con este libro tengo suficiente riqueza.

Ellos lo miraron con pena, seguramente, John estaba loco. Así que a regañadientes, uno le tiró unos billetes y el otro un pequeñísima moneda de oro. Y se fueron contentos y conformes con este gesto de generosidad.

Voy a resumir la historia, la que en realidad es bastante larga: Después de muchos años, se volvió a saber de estos tres muchachitos, que ahora ya eran hombres.
Al que había encontrado las joyas, le robaron la mitad y la otra mitad la fue gastando para sobrevivir hasta quedar en la ruina.

El que halló el dinero, lo derrochó tan rápido como la encontró.

Sólo John H, tuvo una historia diferente, porque aquel libro que descubrió tirado, roto y manchado, era una Biblia. Cada página que él leía, lo iba transformando en un hombre íntegro, lleno de amor, sabiduría, entendimiento. Con la ayuda de Dios, él fue capaz de resolver los problemas y dificultades de empresas importantes, aconsejar a banqueros, a políticos y a gobernantes.

Sólo una Biblia fue suficiente, para mostrarle al mundo que el que encuentra a Dios, posee la riqueza más grande que un ser humano pueda alcanzar.

Salmo 37:30 “La boca del justo habla sabiduría,
Y su lengua habla justicia”

Jeremías 9: 23-24
23 Así dijo Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas.

24 Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová.

(Salmo 119:105).
“Lámpara es a mis pies tu palabra, Y lumbrera a mi camino”

Autora: Graciela Otranto
graceotranto@gmail.com
http://graceotranto.blogspot.com.ar/

Escrito para www.devocionalinfantil.com

COMPARTE